
Como es bien conocido siempre ha existido en la mujer esa gran vocación de servicio y atención hacia su entorno. Tanto familiar como laboralmente hablando, todos hemos sido atendidos siempre por esa entrega y abnegación de las chicas. Desde tu nacimiento conoces el ser más inmenso que vive solo para atenderte y servirte tu madre. A medida que vas creciendo de igual manera conoces personas que hacen de tu vida un lugar. Más llevadero, en gran parte de esos casos son las mujeres, las más colaboradoras.
Si bien esa calidad de persona reflejada en el servicio que puedan aportar, lo vemos en la vida cotidiana o social. También es indiscutible el papel que las féminas desempeñan en el campo laboral. Es acá donde se presentan una gran cantidad de barreras tanto morales como machistas, que limitan el accionar de las mujeres. La testosterona hace a los hombres más egocéntricos y prepotentes en el entorno laboral. Impidiendo un desarrollo equilibrado del género femenino.
La prepotencia masculina ligada con el comportamiento ególatra del hombre en la oficina, siempre predominante e impositivo. Demarca perpetuamente el entorno laboral, es acá donde las mujeres poco a poco han ido ganando espacios. De respeto y consideración, no por ser el sexo débil, sino por ser inteligentes, proactivas y profesionales. Podríamos considerar que un nivel equivalente al de los hombres y en ciertos casos a niveles superiores.
La testosterona indica el comportamiento masculino
La hormona testosterona, marca el comportamiento del hombre provocando la poca participación. En deberes asociados a labores que estén fuera de su funciones empresariales, así como también elevando significativamente los niveles de egolatría que aumentan más la brecha entre la colaboración y las actividades que desempeñan.
Según los expertos, demasiada testosterona, simplemente, nos ciega frente a las opiniones de otras personas, puntos de vista e ideas distintas a las nuestras, y nos anima a imponer las decisiones propias y nuestras soluciones a los problemas a los demás.
Además, a mayor producción de la hormona que determina la masculinización del cerebro de los varones en su etapa de gestación, menor es el instinto desarrollado por los humanos hacia la cooperación mutua.
La solución más idónea
La actualidad refleja un escenario donde las inversiones empresariales. Deben estar respaldadas por los resultados o mejor dicho por la rentabilidad. Que los planes o proyectos generen en el menor plazo posible, en sencillas palabras las ganancias son vitales. El desafío se encuentra en las decisiones a tomar, sacrificar tabúes como ¿contratar menos hombres a cambio de mujeres que pueden aportar mayor colaboración y servicio?. O manejar una óptica más equilibrada prefiere optar por contrataciones en el que se fusionen la cualidad y la calidad. Proporciones igualitarias de hombres y mujeres.
Aunque la variedad de opciones se incline simple y claramente ante la igualdad y el equilibrio. Siempre será razonable la vocación, colaboración y entrega que puede aportar el sexo femenino a la causa empresarial.
La competitividad es asociada a ambos géneros, aunque es evidente que la influencia de testosterona. Incide para que el hombre luche con mayor fiereza a la hora de cumplir sus objetivos.
Un estudio realizado encontró, que tanto los hombres como las mujeres son en un 40% más propenso a colaborar con otras personas de su propio género. Esta tendencia lleva a las organizaciones generalmente a dificultades para gestionar la colaboración entre departamentos, ya que dichas colaboraciones suelen producirse al azar.
Por lo tanto, debemos estar claros que para incentivar y llevar al logro empresarial. Las cuestiones de género deberían ser no tan relevantes. Es decir, recuerde que el éxito empresarial depende sencillamente de las gestiones del líder. Para el logro de los objetivos, la motivación y el estímulo de trabajo en equipo sin ningún distingo de género.
El equilibrio debe conseguirse
El panorama hormonal no debe regir el comportamiento empresarial. La empresa tiene bases y principios comerciales, que se manejar orientados por el trabajo en equipo. Cuestiones de comportamiento personales no deben limitar el ejercicio y gestión. La productividad y el éxito dependen siempre del ímpetu y ganas que tenga cada quien, de la mano del reconocimiento que haga la empresa a su gestión. El egocentrismo y la falta de iniciativa no son las cualidades de un empleado de éxito y menos de un jefe.
«Los empresarios hoy más que nunca quieren sacar el máximo provecho de sus empleados para alcanzar un objetivo único, superar la crisis. Las empresas que reciben este apoyo de un “empleado colaborador.” se benefician enormemente, con un aumento de la eficiencia y la innovación, que en última instancia, las hace más competitivas«.
El reto es que la gente en una organización tenga diferentes percepciones de lo que constituye una buena colaboración, poniendo la responsabilidad en los líderes, y estableciendo claramente hacia dónde quieren enfocar la colaboración y hacia donde no.
Es importante no cruzar los límites, si no se pasa de ser un trabajador colaborador a ser un entrometido, ofrecer nuestra colaboración siempre dará mejor imagen.